lunes, 17 de noviembre de 2014

EL HOMBRE


Quintillas

Cuando era infante lloraba
y alguna vez sonreía.
No se sabe si pensaba,
pero es cierto que gritaba
si del pecho no sorbía.

Cuando era niño quería
llevar pantalones largos,
porque en feria o romería
a sus piernas las veía
como si fueran de galgos.

Cuando era púber soñaba
con un espejo corriente,
porque solo se miraba
en el agua que llegaba
al pilón, desde la fuente.

Cuando era un adolescente
le compraron los tejanos,
y fardaba entre la gente
mientras rascaba su frente
abarrotada de granos.

Cuando era adulto vivía
sin pensar en el pasado,
su futuro consistía
en finiquitar el día
con el pantalón bajado.

Cuando era maduro vio,
lo rápido que pasaban
las etapas que él vivió,
y los sueños que forjó
como se desmoronaban.

Y cuando llego a ser viejo
tanta confusión tenía
con la carne y el pellejo,
que se miro al espejo
y no se reconocía.


C. Abril C.


De Bajo este cielo


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