viernes, 9 de diciembre de 2011

CASTÚO




Serventesios


Siempre tuvo la piel tan bien curtida
por desmontar el monte de la sierra,
o andar tras la yunta, sobre la herida
que el arado le infligía a la tierra.

Bebía de bruces en los regatos
o en las huellas que habían en el suelo.
Nunca sus pies conocieron zapatos,
ni su boca la miel o el caramelo.

Él soñaba con platos de fritangas
y con orzas de presas en manteca.
Jamás soñó con esas mojigangas
de bailar el twist en la discoteca.

Pero si disfrutó con la ternura,
de los ojos de la condescendencia
que a diario le obsequiaba la natura,
y que tan grata le hizo su existencia.


C. Abril C.


De Terrones pardos


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