Soneto
Dejé ahí el olivar y la dehesa,
dejé el prado y la sierra pedregosa,
también dejé mi infancia tan gozosa
y a mis sueños encima de una mesa.
Dejé mi verbo, dejé mi mirada
y a la brasa crepitar malherida,
dejé a mi sombra de una sacudida,
dejé mi mente confusa y turbada.
Dejé ranas croando en el pozanco,
libélulas danzando en el barranco
y a mariposas blancas de la suerte.
Tórtolas dejé arrullando en la encina
y grillos locos cantando en mi esquina.
¿Cuanto daría ahora por tenerte?
C. Abril C.
De Terrones pardos
De Terrones pardos
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