Pentasílabos y heptasílabos
Asomada al postigo
de su ventana,
ése era su castigo
cada mañana.
Porque ella ansiaba,
verlo sobre su jaca
cuando trotaba.
Recuerda la alharaca
y el gran estilo,
luciendo su casaca
de verde hilo.
O aquél pañuelo,
qué anudado a su cuello
era un señuelo.
Y a su cabello
negro, con caracolas,
que era tan bello
cómo playa con olas.
Y la embobaba,
en extremo su hombría
cuando pasaba.
Pero aquél hombre
no le pertenecía,
y era su nombre
lo que más mal le hacía.
!Cómo sufría,
cada vez que su boca
lo repetía¡
C. Abril C.
De Terrones pardos
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