Soneto
No hacía falta la fe del notario
ni en papeles signar un garabato,
la palabra de cualquiera en un trato
valía más que un aval bancario.
Y aunque para algunos fuese un calvario
el poder mantenerla con recato,
jamás a nadie le dio el arrebato,
de hacer con lo pactado, lo contrario.
Antes, cuando vendían los marranos,
pimplaban unos cuantos aguardientes
después de darse el apretón de manos.
Y ahora, necesitas de: gerentes,
fedatarios, letrados y escribanos,
para que no te cuelen preferentes.
C. Abril C.
De Bajo este cielo
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