Dejé ahí las zurrapas de la infancia
y el rescoldo de hogueras juveniles,
ahí dejé los sueños infantiles
y a la niñez con toda su sustancia.
Ahí dejé perpetua mi fragancia
mezclada con olores de candiles,
ahí dejé mis diecisiete abriles
trasteando en sus calles y mi estancia.
Dejé ahí crotorando a la cigüeña
y en su cielo trinando golondrinas
augurando una estadía halagüeña.
Dejé a grillos cantando en sus esquinas
y en sus lares crepitando la leña
al compás que se asaban las sardinas.
C. Abril C.
De Briznas de mi esencia
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