Soneto
Crecieron unas cuantas margaritas
entre juncias, mastrantos y poleos,
y quisiste hacerlas camafeos
porque a ti te parecieron bonitas.
Conocedora de que eran gratuitas,
las fuiste tronchando sin titubeos
y te rebosaron los regodeos
al mirarlas en tus manos, marchitas.
Ni siquiera las aguas del barranco,
cuando en ellas mirarte te placía,
recuerdan el rubor en tus mejillas.
Ayer te vieron sentada en un banco,
regañando a una niña que esparcía
los pétalos de varias florecillas.
C. Abril C.
De Inquietud permanente
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