Comentan de que fulano
era tan pulcro y bregado,
que abrillantaba el arado
siempre que daba de mano.
Y que un día un casquivano
empleando su torpeza,
se mofó de esa rareza
que andaba de boca en boca,
y una mano como roca
se le estampó en la cabeza.
C. Abril C.
De Terrones pardos
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