Prosa poética
En cuanto saludas a alguien
dos o tres veces en la calle,
los rostros inexpresivos que pululan por ella,
fruncen el ceño.
No quieren saber nada del sano interés
de unas personas por otras,
les repatean el alma cuando lo hacen.
Cada día es más grande,
la falta de inclinación del ánimo
de los humanos con sus iguales,
y las lenguas mordaces de la ociosidad,
se relamen de gusto
al ver el filón que se les expone.
Jamás en la historia del hombre,
los silencios fueron tan profundos
y los desapegos tan efectivos.
C. Abril C.
De Trenzando Abriles
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