Prosa poética
Intrépido, enarboló de continuo tu estandarte
en lo alto de los murallones en los que tú te veías soberana.
Rompió cuantiosas lanzas defendiendo lo absurdo de tu sentido,
y no le faltó más que dar su arrastrada vida
a cambio de que tu esencia perdurara por los siglos de los siglos.
Dormía, y eras tú siempre huésped de su mente,
y cuando estaba despierto,
era casi imposible que no supiese el número de veces
que tus pestañas bajaban y subían.
Te atribuyo cualidades y excelencias que nunca tuviste,
porque siempre careciste de efectividad para él.
Para él… fuiste su mito.
Mito, del que anduvo alimentando tanto tiempo
a esa convivencia simulada e ingrata por tu parte,
y que al final, acabó cebando su anoréxica alma.
De Trenzando Abriles
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