Prosa poética
Era lenguaraz
cual orador de mítines politiqueros,
envanecido de una arrogancia brutal
y siempre andaba salpicando a todos sus platicadores
el sarcasmo que acompañaban sus palabras.
Quería resarcir la ofensa
que a veces vomitaba sobre la honra
de cualquiera de sus interlocutores,
pero lo único que conseguía
era extenderla a toda su familia.
Siempre fue merecedor de epítetos
desagradables al oído,
y en el círculo de amistades, conocidos o subordinados,
siempre se le temía más que se le respetaba.
Así acabó sus días…
Temido por el enjambre de irresolutos
que en sus arrabales pululaban,
y desconsiderado por lo más importante de una persona,
¡su sangre!
C. Abril C.
De Trenzando Abriles
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